Si para
cada evento transcendental en nuestras vidas nos preparáramos, no habría tanto
sufrimiento en torno a ellos; tanto así que si nuestras primeras etapas de la
vida; niñez, pubertad y adolescencia se viviera con madurez; esta, no estaría marcada por tanta rebeldía en
la mayoría de los jóvenes. La adultez se viviría como debiera ser; con mesura y
prudencia; la vejez se recibiría con sabiduría y la muerte con desprendimiento
de todo lo logrado. Que Dios ilumine cada día más a quienes desean ser padres;
para asumir tal reto con inteligencia y responsabilidad; así se dará a luz
mejores seres humanos para tiempos difíciles.
LBR
“LAPIZ ESCRIBE”
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