Y sus ojos
de entristecido y apenado mirar
Esquivaron
a mi paso para no escudriñar,
Era la
melancolía, la sumisión y la situación,
Que en su
cuerpo se tejía sin exclamación,
Era su
transidar, su diario pasar,
Sin ante
nadie que apelar; fue el encuentro
En aquella
inhóspita travesía
Donde hasta
ahí llego mis alegrías,
Al hallar en
agreste camino sin un seguro destino
La real imagen de nuestros paisajes,
Algo que
se volvió inquietante en mi viaje,
Donde la verdad
afloro,
Sin
camuflajes ante promesas electorales,
De falsos
virajes de una economía
De duros y
contraste bagajes,
Donde lo oculto,
sin denigrar; ahí estaba,
Una infanta
que por no ser sangre azul
Si no de
la misma sangre que me corre
En mis venas;
es decir por ser del sur
Ese era su
safari; Trabajaba de sol a sol;
Para el sustento
sin condición,
En aquellos
parajes, donde su única corona
No era
otra cosa que esa ancha riata,
Acolchonada
no de terciopelo
Si no de una
áspera y sucia lona sin blindajes;
Y su
embalaje?; leña para el fuego de sus viejos
Sin carruaje,
ni calzado de exótico cuero,
Solo unas simples
alpargatas; sin corte que le escoltase,
Tierna y
cruda realidad en nuestros tiempos;
Verdades que
se maquillan ante el pueblo.
LBR
“LAPIZ ESCRIBE”
Lápiz.
ResponderEliminarQuizá la alegría de poder servir, diluya el cansancio que el alma y cuerpo infantil pueda sentir.
Me ha impactado la imagen, llegan algunos recuerdos transmitidos, por los ojos de la infanta leñadora.
Excelente escrito.
Saludos.
Quizas algun dia se acabe la explotación infantil, y en lugar de hacer trabajos pesados, tengan la oportunidad de estudiar y ser seres mas utiles a la sociedad y no burros de carga como son parte de los campesinos de los pueblos suramericanos. gracias mujer por tu aporte; un abrazo.
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